En Honduras existe una
especie de Triángulo de las Bermudas, que comienza en la región de La Mosquitia,
en la costa atlántica, conocida también como Gracias a Dios, frontera con
Nicaragua; sigue hacia las Islas de la Bahía, en el Mar Caribe; y desciende a la
frontera sur con Nicaragua, en la aduana de El Guasaule, en el sureño
departamento de Choluteca.
Para el analista político
Víctor Meza, del Centro de Documentación de Honduras, estas formas de
esparcimiento, a escala nacional, no descartan la existencia de minicárteles de
la droga, porque Honduras pasó de ser puente de los narcos, a constituirse en un
depósito de estupefacientes.
Todos los países que se
convierten en sitio de depósito, más temprano que tarde, ven surgir de
minicárteles regionales o de grupos locales distribuidores de droga, que entran
en competencia entre sí, por el control de territorios o por el acceso a fuentes
distribuidoras de la droga en grandes cantidades o al por mayor, dijo Meza.
Uno de los puntos donde es
más evidente la narcoactividad, es la región norte del país, sobre todo las
Islas de la Bahía, una zona que se presta mucho para este tipo de actividad por
ser un punto importante de confluencia turística, sin vigilancia policial. Gran
parte del tráfico de droga, que viene por las rutas marítimas, desemboca en las
Islas de la Bahía
El noventa por ciento de la
flota pesquera hondureña está concentrada en Islas de la Bahía y regiones
adyacentes. Muchos pescadores de mariscos y langostas han acostumbrado canjear
parte de sus productos por droga que viene de Colombia, particularmente de la
Isla de San Andrés. Las operaciones de canje de la droga se realizan en alta
mar.
Según Meza, el pescador
regresa sin langosta pero con mucha droga a las Islas de la Bahía. Esta droga
empieza a ser utilizada como moneda de pago. En la medida que la droga se
utilice para pagar en especie los servicios del traficante local, se producen
esos flujos pequeños, pero a la vez importantes, de droga que circula dentro del
territorio nacional, estimulando el consumo local.
Otra fase importante a
señalar en el caso de la narcoactividad en Honduras, es la que se refiere al
país como productor. Se puede ser productor de drogas menores, o país procesador
de drogas mayores. La sospecha es que existen laboratorios de droga; extremo que
no se ha comprobado.
En Honduras sólo se produce
marihuana, ya que se han detectado plantaciones en el norte del departamento de
Francisco Morazán, y en los de Yoro y Olancho, ubicados en el norte y el oriente
del país, respectivamente.
En 1989, el ejército
realizó un operativo en el norteño departamento de Colón; pero, curiosamente,
hubo un gran incendio en lo que se supone fue una acción de último momento para
borrar la evidencia de cultivos o posibles laboratorios móviles de droga.
De acuerdo con los
organismos de lucha antidroga, la marihuana se cultiva para consumo interno y,
en parte, para la exportación hacia los Estados Unidos.
En el norte del
departamento de Morazán, en la región central, se registra, por cuestiones
ecológicas, un decaimiento de la actividad agrícola. Varios campesinos, por los
bajos precios de los granos básicos y estimulados por narcotraficantes, optaron
por realizar cultivos de marihuana en vez de maíz, arroz y frijol, los productos
básicos que conforman la dieta alimentaria del hondureño.
En Cortés, Yoro, Comayagua,
Colón y Olancho, con tierras fértiles, el cultivo de marihuana tiene fines
estrictamente comerciales.
La Comisión Legislativa
contra el Narcotráfico sostiene que los campesinos son inducidos a dedicarse al
cultivo de marihuana, para obtener ingresos superiores a los generados por sus
cultivos tradicionales, generalmente granos básicos.
Durante 1995 hubo ocho
operaciones policiales, en las que se decomisaron y destruyeron plantas de
marihuana. La más significativa de ellas, fue la incautación y quema de 84 mil
346 plantas de marihuana; pero no hubo detenidos, ya que las personas dedicadas
a esta labor huyeron del lugar.
En 1996 las operaciones
policiales efectuadas se incrementaron sustancialmente y revelaron que hubo un
aumento de actividad de los cultivadores de marihuana.
Entre 1995 y 1996, hubo un
decomiso de siete mil libras de marihuana en Morazán, y, de menor grado, en las
ciudades de Siguatepeque, Tela y La Ceiba, en la zona central y norte del país.
También se registró la destrucción de más de tres millones de plantas, en el
mismo período.
Las autoridades hondureñas
sospechan que, en alta mar, en el Océano Atlántico, hay trueque de droga por
langosta y camarón. De tal manera que la droga es vendida en el mercado local,
particularmente en las ciudades de San Pedro Sula, La Ceiba, Tela y Cortés, en
la zona norte, donde opera el mayor flujo de turistas extranjeros, en su mayoría
estadounidenses, en hoteles de cinco estrellas ubicados en las playas.
Las características
geográficas del país, con costas en ambos océanos, extensas fronteras
terrestres, la existencia de grandes zonas vírgenes y factores de carácter
político y económico, así como los tratados de integración con América Central,
propician este incremento del narcotráfico.
De acuerdo con el CEINCO,
un centro de información de las Fuerzas Armadas, una de las zonas de trasiego de
droga con características especiales es la región de La Mosquitia, donde la
población, en su mayoría, apoya, participa y cubre esta actividad, dado los
altos niveles de pobreza y falta de empleo.
Las formas de transporte
son generalmente mixtas, ya que la droga puede ser transportada desde América
del Sur, especialmente Colombia; lanzada al mar, recogida en la playa por
cómplices, transportada por medios fluviales o aéreos, para luego ser enviada
por tierra a Guatemala o, por medios marítimos y aéreos, hacia Islas de la Bahía
u otras partes de la región.
Algunos individuos de
origen colombiano, sospechosos de ser narcotraficantes, están comprando
propiedades en los departamentos de Gracias a Dios, Colón y en toda la zona del
litoral atlántico hondureño.
Una vez establecidas en el
sector, éstas personas de inmediato crean grandes redes de información, lo que
les permite saber de inmediato la presencia de extraños o de autoridades en la
zona.